17 junio, 2007

Sexualidad.



Sexualidad, Ese Asunto tan Interesante... y tan Esquivo.

Alejandro Celis H.

¿Se preguntaría usted si es "conveniente" o no que su hija o hijo estudie Historia antes de su mayoría de edad? ¿O Matemáticas? ¿O Literatura? ¿O Computación? Quizás la pregunta le parezca absurda: generalmente, los únicos criterios que se esgrimen para decidir si enseñarle o no un tema determinado a un niño sea el de preguntarse si sus procesos cognitivos se hallan o no preparados para comprender intelectualmente lo enseñado o si ese tema específico tiene importancia directa para sus intereses inmediatos. En base a lo anterior, no se le enseña Cálculo Diferencial en Kindergarten, y sí Educación Cívica cuando se acerca a la edad en que deberá ejercer sus derechos y obligaciones ciudadanas. Nadie cuestionaría lo "adecuado" de enseñarle Educación Física a los niños, desde muy pequeños: se consideran, por supuesto, factores como su nivel de crecimiento, la formación de sus huesos... todo aquello que implique favorecer un proceso de crecimiento y maduración saludable. Nadie pensaría, en la actualidad, en considerar factores de tipo moral o ético: "¿Está el niño suficientemente "maduro" para hacer deporte? El ejercitar su cuerpo, ¿afectará acaso su "juicio moral"? ¿Lo convertirá esto en un potencial degenerado y/o delincuente?

Prejuicios, mitos y tabú
Por motivos no enteramente claros, sin embargo, no ocurre lo mismo cuando llega la hora de considerar la conveniencia de impartir Educación Sexual. Cuando eso se discute, surgen, en padres, establecimientos educacionales y Gobierno, todo tipo de reservas y cautela: "¿Estará el niño "en edad" de aprender esto? ¿Afectarán estos temas su inocencia y candor? ¿Acaso esto podría deformar su criterio y "ensuciar" su mente?". Todo esto, por supuesto, no considera el hecho de que el medio circundante y la curiosidad natural del niño se encargan de instruírle de modo informal: si cada lector recuerda la forma en que se "instruyó" (?) respecto al tema del sexo, es muy probable que descubra que fue en juegos con niños y niñas de su edad, en conversaciones llenas de mitos y deformaciones o en exploraciones mutuas de sus cuerpos. Naturalmente, existen formas más duras y traumáticas de aprender estas cosas: violaciones y abusos que podrían haberse evitado si el niño o niña hubiese tenido los elementos de juicio para entender lo que estaba ocurriendo.
Son privilegiados aquellos que han llegado a la adultez con la sensación de haber aprendido todo lo que necesitaban respecto al tema de un modo simple, directo y pedagógico. A la hora de hablar de esto con sus hijos, el padre o la madre más inteligentes y/o instruídos vacilan, balbucean, se muestran increíblemente torpes, echan mano a ideas enteramente irracionales o descubren cantidades de pretextos para eludir el tema. ¿Por qué ocurre este fenómeno tan peculiar -y probablemente, único- con respecto a este asunto?
La palabra "tabú" según el diccionario de la Real Academia Española -además de otra definición que no viene al caso- significa: ...es la condición de las personas, instituciones y cosas a las que no es lícito censurar o mencionar. El tema del sexo cae dentro de esa definición: el elemento de "evitación", de lo que "se evita sin motivos claros" está enteramente presente en esta área. Remontémonos a generaciones anteriores: ¿cómo se enfrentaban al tema nuestros padres, nuestros abuelos y las generaciones que les precedieron? Por referencias anteriores -testimonios directos, libros y lo que podemos ver en el cine- descubriremos que, claramente, el tabú parece remontarse hasta que la memoria se pierde, y haber sido más notorio en el pasado. Lo que es claro es que en ningún país de Occidente (y en la mayoría de los de Oriente) se habla con entera libertad acerca del tema. El asunto está teñido de ideas que se engloban en los conceptos de "moralidad", "respeto", "privacidad", religión", etc.
Un muy conocido místico inglés, de alrededor de sesenta años de edad en la actualidad, recuerda: "Mi madre me había dicho que podía preguntarle lo que quisiera respecto al tema. Una vez le formulé una pregunta relativamente simple, y me pegó con tal violencia que me tiró al suelo. Obviamente, nunca le volví a preguntar nada. En otro momento, mi padre, muy avergonzado, me dio un libro que parecía provenir de alguna biblioteca antigua. Se estaba desarmando, y todas las páginas estaban amarillas. Debe haber estado en la familia por generaciones. En ese libro, decía textualmente que la masturbación producía ceguera, ¡y yo me estaba masturbando todos los días!".
¿Cuál es el origen de este tipo de actitud frente al tema? Quizás los historiadores o antropólogos podrían responder esa pregunta con más autoridad: sin embargo, podemos suponer que, en algún momento de nuestra evolución y por motivos no enteramente claros, alguien quiso manipular a los demás haciéndoles sentir incómodos respecto a su cuerpo o a sus necesidades fisiológicas, y desde entonces las personas se avergonzaron de sus genitales y de las conductas relacionadas con éstos. ¿Suena irracional? Ya lo sé, pero la verdad es que nuestra actitud frente a la sexualidad es tan absurda y carente de sentido que no necesariamente su origen deba ser lógico.
Sabemos que, en la América pre-Colombina (pre-invasión), los indígenas solían tener una actitud bastante más desinhibida, hasta que los misioneros de la "única" religión -que son los mismos que en la actualidad aseguran que sólo existe una moral valedera- les inculcaron la noción del pecado. En la actualidad, y merced a los conocimientos que han aportado antropólogos socio-culturales como la famosa Margaret Mead -en su libro Adolescencia y cultura en Samoa y otros-, hemos llegado a saber que las actitudes que nuestros antepasados europeos tenían al respecto no eran las únicas posibles, y al menos algunos sectores hemos adquirido un mayor respeto por otras costumbres y formas de pensar.

La naturaleza de la energía sexual
Si usted logra asumir una actitud desprejuiciada a este respecto -cosa ya difícil- ¿puede observar hasta qué punto lo que tiene que ver con la atracción sexual -entendida en un sentido amplio- tiñe nuestras vidas? Ya está manoseado el cliché de que los hombres, estando solos, hablan de mujeres y viceversa. Y sin embargo, observe lo cierto que es. Puede que cambie el tono o las facetas del tema, según la edad del grupo u otras de sus características, pero la verdad es que ése suele ser el tema de conversación. ¿Por qué tanta importancia? Deseamos ser "civilizados" y "elevados" -y finalmente terminamos en lo mismo. Es cierto que las relaciones hombre/mujer tienen varios niveles: el amor romántico, el compañerismo, el acto sexual... hasta la patología de la explotación y obligación mutua. Sí, pero el sexo lo cambia todo. Si no me cree, pregúntele a su pareja si le importa que usted tenga amigos(as) del sexo opuesto. Lo más probable -a menos que realmente tenga un problema- es que le diga que no. Acto seguido, pregúntele si le da lo mismo que usted se acueste con esos (esas) amigos(as), y observe su interesante reacción.
¿Y por qué esa distinción? Es un ámbito que asume una importancia desmesurada; y al respecto quisiera proponer algunas cosas. Antes que nada, cada uno de nosotros, por el simple hecho de tener un cuerpo físico, no sólo adquiere genitales, sino toda una serie de reacciones instintivas que a su vez generan emociones y vivencias no siempre comprensibles -y menos aún controlables-. El discurso "civilizado" es, por supuesto, que somos superiores a los animales y que, por lo tanto, podemos -y, más aún, debemos- dominar ese tipo de impulsos a nuestro antojo. El problema es que parece no ser posible: los altos índices de violaciones, de abusos de menores, de prostitución, de sacerdotes que son pillados in fraganti con alguna parte de sus cuerpos en la masa, la importancia que tiene una cuota de sexo para el éxito de una película determinada, la pornografía en revistas, videos y cine, la enorme clientela de que parecen disfrutar los moteles, los índices de infidelidad confesados por hombres y por mujeres... ¿no nos estarán diciendo eso precisamente?
El impulso sexual -quiero proponerlo enfáticamente- no es controlable a nuestro arbitrio, no depende de decisiones meramente racionales. No basta con que nos propongamos -quizás con la mejor de las intenciones- sentir atracción sólo por nuestra pareja, por ejemplo, o que intentemos no dar curso a nuestros deseos sexuales -ya sea antes del matrimonio o en el caso de sacerdotes y monjas-. ¿Cuántos casos existen de personas que, llevadas por creencias religiosas o simplemente por las costumbres sociales logran negar durante casi toda su vida este impulso... sólo para verse desbordadas tarde o temprano por su intensidad, quizás en una relación extramarital que las llena de confusión y de culpa? No quiero caer en el dramatismo, pero estos casos son demasiado comunes. Lo común es que atribuyan ese período como un mero "traspié", como "algo incomprensible que les ocurrió" o un "tropiezo, una locura"... hasta la siguiente vez, en que deberán extremar su ingenio para justificarse frente a sí mismas.
Mientras todo lo relativo al sexo sea tabú (motivo de encubrimiento y culpa) la situación no va a mejorar. Seguiremos atribuyendo la violencia sexual al "desbande de unos pocos degenerados" y nos refugiaremos en la cómoda y mullida idea de que "la gente como uno" no se ve involucrada en "esas" cosas. De allí al ocultamiento, la hipocresía y la represión sólo hay un paso. ¿Le tocó por casualidad a usted ver al grupo musical Technotronic cuando vinieron a Chile y fueron transmitidos por el pontificio Canal 13 de TV? Creo que nunca he visto hipocresía más flagrante -y eso que abunda- en nuestra TV: en un momento, los miembros del grupo comenzaron a mover sus pelvis en una forma más o menos desatada siguiendo el compás de la música -¡y las cámaras de TV apuntaron al suelo cada vez que eso ocurrió!-. Era muy divertido -pero también patético- ver cómo apenas los cantantes comenzaban a mover el trasero el camarógrafo parecía interesarse mucho más por algo que estaba en el suelo.
Otro ejemplo -de graves consecuencias- fue el triste episodio de los famosos spots iniciales de educación para la prevención del Sida. Aquellos que los vieron recordarán que el tema era tocado con bastante discreción y en forma tan indirecta que casi no resultaba pedagógico, aunque sí se mencionaba la palabra mágica que a tantos pone los pelos de punta: preservativo (¡búuuh!). Como se recordará, dos canales de TV (Megavisión y, obviamente, el canal Pontificio) se negaron a mostrarlos, aduciendo que el tipo de prevención que sugieren ellos es otra -la abstinencia o la pareja única, probablemente-. Hasta allí, todo razonable y legítimo: cada uno puede elegir la opción que le parezca. Sin embargo, ¿acaso los ideales católicos son siempre llevados a la práctica por todos los que se dicen católicos? Me resisto a la tentación de dar una respuesta; sin embargo, el propósito obvio de los spots era informar para que se reduzca la posibilidad del contagio de una enfermedad que -en muchos casos- resulta mortal. ¿Tiene sentido taparse los ojos y negar?
La política de la avestruz... ¿funciona?
Una tercera idea que quisiera proponer es que la represión no elimina el "problema" -de hecho, el sexo no es un problema; más bien, es precisamente las represión la que lo convierte en un problema-. Lo único que logra la represión es que intentemos ocultar -frente a nosotros mismos y frente a los demás- lo que sentimos al respecto; pero intentar ocultarlo no logra nada. La energía sexual es una fuerza tan gigantesca y penetrante que no podemos eliminarla: sólo podemos "desviarla" -y eso es precisamente lo peligroso-. Una energía que es simple, directa y limpia es deformada a través de la represión... ¿y en qué se convierte? En delitos sexuales -violaciones-; en embarazos irresponsables y producto de la ignorancia -en Chile se producen 150.000 abortos anuales conocidos, lo que obviamente no incluye los embarazos indeseados de mujeres adolescentes que no abortan-; en aberraciones -según cifras de Unicef, de 1995, el 63% de los niños chilenos son víctimas de maltratos y el 34 % recibe agresiones graves en el hogar (incluso abusos sexuales): Chile tiene el tercer lugar del mundo en maltrato (incluído el abuso sexual) de menores en el hogar-. Todos estos eventos, como es sabido, ocurren en todos los niveles sociales y económicos, sin distinción. En ciertos sectores de Africa, siguen extirpándoles el clítoris a las mujeres... "por higiene" (entiéndase por ignorancia y por mitos).
Un conocido mito ("pensamiento mágico") que impera a todo nivel es que el sólo admitir una posibilidad aumenta la probabilidad de que ésta ocurra. Ejemplos: "Si hay una ley de divorcio, todo el mundo va a separarse"; "Si admitimos la posibilidad de un robo -y tomamos precauciones- estaremos atrayendo a los ladrones"; "Si validamos por ley algunas circunstancias en que se pueda abortar, todo el mundo lo hará"; "Si informamos a niños y adolescentes en forma completa y detallada acerca de su sexualidad, van a transformarse en maníacos sexuales", etc. Por tanto, "Evitemos que, desde la niñez, hombres y mujeres se vean desnudos; separemos los baños por sexo; tapemos las portadas de las revistas que traen fotografías de desnudos; digámosle a la gente qué puede o no ver en el cine, la televisión, el Cable..."

Propuestas
El tema tiene tantas facetas y niveles que, bien sabemos, podríamos llenar muchos libros a este respecto: la psicología de ser hombre y de ser mujer, los aspectos meramente biológicos, los valores, la relación entre los sexos, los diferentes roles que la sociedad asigna a hombres y mujeres, las enfermedades venéreas, el control de la natalidad, el machismo y el feminismo, etcétera. El propósito de este artículo, sin embargo, es más limitado: la invitación que quisiera extender es a mirar el fenómeno con la actitud menos prejuiciosa posible, y a constatar que la sexualidad implica realidades que la Humanidad por siglos se ha esforzado en negar, con resultados menos que satisfactorios.
Un amigo suele expresarlo del siguiente modo: si un extraterrestre viniera a la Tierra a estudiar nuestro comportamiento, concluiría que estamos locos. Más allá de toda la impresionante abundancia de motivos que existen para alcanzar esa conclusión, se basaría en que hay un tema que a todos nos interesa, obviamente, muchísimo: el sexo. Y sin embargo, en toda nuestra conducta externa -gestos, actos, lo que hablamos o no hablamos- realizamos esfuerzos sobrehumanos por disimular ese interés y aparentar una indiferencia absoluta.
Enfrentémoslo: este tema es quizás el más controvertido y, a la vez, uno de los más importantes para nosotros. Ya sé que muchos, de ser consultados, dirían que no le atribuyen tanta importancia en sus vidas. Al respecto quisiera agregar un dato: la represión que nos enseñan desde niños produce, en muchos casos, que no percibamos conscientemente nuestras vivencias relacionadas con el sexo. No es que estemos eligiendo conscientemente: "Estando plenamente consciente de todas mis vivencias al respecto, hay otras cosas que me interesan mucho más". Lamentablemente, las cosas no son así -ojalá lo fueran-. Precisamente lo que propongo es que levantemos la barrera de la represión y comencemos a vivir esa dimensión en forma más natural, sana y desprejuiciada.
Con lo anterior no quiero decir que seamos por naturaleza unos maníacos sexuales, y que los que no se reconocen como tales sólo lo están reprimiendo. No; lo que quiero decir es que prácticamente ninguno de nosotros ha vivido el sexo en forma enteramente natural y espontánea desde niño(a); y que, por lo tanto, es más que probable que todos tengamos cierta cuota de represión. ¿Cuál creo que es el criterio para decidir si reprimimos o no? Creo que el gran índice reside en el control: ¿dejamos escapar el control cuando vivenciamos el sexo? ¿Lo manejamos desde la cabeza o es algo que nos lleva?
¿Cómo podríamos enfrentar el sexo en forma más natural? Por ejemplo, asumiendo que el sexo es divertido: seguir suponiendo que su única función es la reproducción es, simplemente, síntoma de una grave ceguera. ¿Cuántas veces en su vida ha tenido usted relaciones sexuales? ¿En cuántas de esas ocasiones su objetivo era reproducirse, generar un hijo(a)? Si aceptamos que tiene un importante componente de diversión, dejaremos de creer que sólo debe iniciarse y circunscribirse al matrimonio, ¿no? Y entonces puede que aceptemos que los adolescentes e incluso los niños puedan jugar juegos sexuales, con las debidas precauciones. A propósito, ¿ha oído usted de un experimento educativo que se hizo famoso hace algunos años, llamado Summerhill? Si no lo ha oído mencionar, se trataba de una escuela de educación alternativa para niños y niñas que residían allí -una especie de internado-, bastante respetada en la mayoría de los círculos de la psicología y la educación.
Bien: esa escuela era dirigida por un tal Neill. Pocos años atrás, su esposa, al ser entrevistada, señaló que ellos habrían considerado altamente conveniente permitir que los niños tuviesen relaciones sexuales entre ellos; pero que sin embargo, dado el escándalo social que eso habría significado, habían decidido con su esposo no hacerlo. Yo admiro el valor que esa anciana tuvo de confesar eso. De hecho, pienso que para todo el mundo sería muchísimo más sano y menos deformante permitirles vivir su sexualidad en forma espontánea, desde niños. De hecho, ¿ha visto usted lo que ocurre cuando a un niño se le prohíbe algo? Se le hace muchísimo más interesante y atractivo aún, ¿no es cierto? Bueno: pienso que si se le dejase vivir esta dimensión en forma enteramente natural, el sexo asumiría, en su vida, la dimensión que le corresponde -y no la compulsiva y enfermiza obsesión que constituye para la mayoría de los adultos... y eso que estoy hablando del adulto "normal"-.
En suma, en caso de ser vivido con mayor sanidad y consciencia, el sexo pasaría a tener el rol secundario que le corresponde. Lo tomaríamos menos en serio y no le daríamos tanta trascendencia. Es obvio que puede ser más grata o enriquecedora una relación sexual en que haya amor; pero claramente éste no es un ingrediente imprescindible. Puede haber sexo sin amor -puede ser un juego, un acto divertido-, y la verdad es que tendríamos menos problemas si lo admitiéramos: nos complicaríamos menos, muchos matrimonios cuyo único propósito es -en verdad- el sexo, no llegarían a producirse y cada faceta de la relación entre los seres humanos adquiriría la dimensión que le corresponde. Probablemente valoraríamos más en una relación la mutua aceptación, el apoyo, el amor incondicional... quizás sólo tendríamos niños cuando de veras estuviésemos preparados para hacernos cargo de ellos -y por tanto, no estaríamos inundados de gente en el mundo, sólo por la falta de apoyo real de la sociedad al control de la natalidad.
¿Estamos, como sociedad, muy lejos de la situación que propongo? Claro que sí, pero cada individuo puede llevar la vida que desee -si deja de venderse por la aceptación de los demás-. Hay cosas que pueden hacerse. Creo que fue muy honrosa la iniciativa gubernamental de llevar adelante el trabajo con las Jocas -grupos de discusión para acordar el tipo de educación sexual a llevar a cabo en los colegios-. Obviamente, hubo resistencia; y si el Gobierno desea insistir en ese proyecto, deberá tener la suficiente entereza para llevarlo adelante a pesar de la resistencia. Creo que en los programas de educación sexual no basta con la parte técnico-biológica; tampoco creo que la idea sea adoctrinar a niños y niñas con la posición oficial de una religión determinada al respecto.
Creo que, en este minuto, las personas necesitan urgentemente que no se les trate como deficientes mentales. Necesitan que se les den elementos para formar sus propias pautas de conducta frente a la sexualidad: que se les informe acerca de los métodos anticonceptivos, que se les enseñe gráficamente cómo utilizar un preservativo correctamente, que se les expongan diferentes posiciones culturales y valóricas al respecto, que se les hable del sexo en sus aspectos reproductivos, afectivos y lúdicos, que se les hable de la posibilidad de alterar su estado de consciencia con el sexo, que se les muestren ejercicios de respiración y de despertar sensorial, etc. La situación actual es que una gran proporción de hombres y mujeres tienen, alrededor de los 15 años, cuerpos de adultos, biológicamente capaces de tener relaciones sexuales y de reproducirse...y sus mentes -deformadas por la contaminación social- corresponden a niños de pecho, incapaces de hacerse cargo de las vivencias de sus propios cuerpos.
El rol tradicional que la sociedad machista otorga a la mujer, por ejemplo, es -lamentablemente- el de limitarse estrictamente a ser una estúpida dueña de casa reproductora y criadora de niños: ¡y lo peor es que el lavado de cerebro es tan efectivo que algunas defienden ese derecho! Y, concordantemente, el hombre suele transformarse en un niño grande egocéntrico, irresponsable e insensible afectivamente. Creo que uno de los más grandes obstáculos para que los seres humanos asumamos el potencial que traemos es nuestra forma actual -infantil y limitada- de vivir el sexo y todo lo que se relaciona con él.

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